Dormir bien no solo depende de cuántas horas pases en la cama: tu almohada juega un papel clave. Aunque parezca un detalle menor, una almohada inadecuada puede provocar dolor de cuello, hombros y espalda, además de afectar la calidad del sueño y dejarte fatigado al despertar.
Expertos en sueño coinciden en que el tipo de material, altura y firmeza de la almohada deben adaptarse a tu postura habitual: boca arriba, de lado o boca abajo.
Por ejemplo, quienes duermen de lado necesitan más soporte para mantener la columna alineada, mientras que los que duermen boca arriba requieren una altura moderada que sostenga la cabeza sin inclinarla demasiado.
Además, el material influye en la transpiración y la durabilidad; la espuma viscoelástica ofrece soporte constante, mientras que las de plumas son suaves pero pierden firmeza rápido.
En pocas palabras, una mala almohada puede convertir tu cama en un enemigo del descanso.