Un regreso a clases sin ansiedad no solo significa útiles nuevos y uniformes impecables, también puede traer consigo nervios, insomnio y hasta ansiedad en niños y adolescentes.
Cambiar de rutina, reencontrarse con compañeros, adaptarse a nuevos maestros o simplemente dejar atrás las vacaciones son factores que generan presión emocional.
Expertos en psicología infantil señalan que hasta un 35% de los estudiantes experimenta estrés escolar en estas fechas, lo que puede traducirse en dolores de cabeza, irritabilidad, falta de apetito o dificultad para concentrarse.
Aunque es normal sentir mariposas en el estómago, la clave está en acompañar y escuchar a los más jóvenes para que no se sientan solos en este proceso.
Crear rutinas previas al inicio del ciclo, fomentar el diálogo sobre sus emociones y recordarles que los errores son parte del aprendizaje son pasos que marcan la diferencia para tener un regreso a clases sin ansiedad.
Un inicio ligero no solo impacta en el ánimo, también mejora el rendimiento académico y fortalece la confianza en sí mismos.