En un mundo acelerado, donde la comida rápida y las prisas marcan el ritmo, surge una tendencia que invita a bajar la velocidad: el «mindful eating». Esta práctica, también llamada alimentación consciente, busca que cada bocado se convierta en una experiencia, no solo en un trámite.
La idea es sencilla: detenerse a saborear, reconocer los colores, aromas y texturas de los alimentos, y sobre todo, escuchar lo que el cuerpo dice sobre el hambre y la saciedad. Comer sin celular, sin distracciones y sin la necesidad de acabar en minutos puede parecer un reto, pero también es un acto de autocuidado.
Cada vez más restaurantes y cafeterías en México están adoptando este enfoque, ofreciendo menús degustación, experiencias de maridaje o brunchs prolongados donde el tiempo deja de ser enemigo. El objetivo no es comer menos ni cambiar radicalmente de hábitos, sino recuperar el placer de lo cotidiano: sentarse a la mesa y disfrutar.
Al practicar mindful eating, las personas reportan sentirse más satisfechas, con menos ansiedad y con un vínculo más auténtico hacia la comida. Se trata de recordar que cada platillo es también un momento para compartir, relajarse y reconectar con uno mismo.