Personalidades del ambiente político y social acudieron a desearle la mejor de las suertes a la feliz pareja, que vivió una de las bodas que más se recordarán en el año.
Luego de 4 años de relación, Ana María Camacho y Rodrigo Monsalvo llegaron al altar. Su historia de amor sucedió de forma especial, ya que por medio de amigos fue como se presentaron y casi al instante comenzaron la relación.
Él preparó una cena en un jardín y desde ahí quedaron convencidos que estaban hechos el uno para el otro. Vivieron momentos que alimentaron su confianza día con día.
También existieron altibajos, pero siempre fueron experiencias que los hicieron crecer y reconocer lo que tenían por delante: un amor sin medidas que estaba destinado a triunfar.
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La cita fue en el Templo de Santa Teresita del Niño Jesús, en la zona de El Campanario.
Los invitados a la boda de Ana María Camacho y Rodrigo Monsalvo esperaban emocionados el arribo de los novios, con todos los detalles listos para llevar a cabo la misa.
El primero en llegar fue Rodrigo en una motocicleta BMW y rápidamente los reflectores se acercaron para capturar el instante.
También se escuchaban palabras de felicitación, mientras los amigos más cercanos lo recibían con abrazos. En el rostro del novio sobresalía una sonrisa que contagiaba a los presentes.
Tocó el turno de Ana María, quien elegantemente arribó en un Rolls Royce con la decoración atinada para la ocasión.
Ella portaba un perfecto traje blanco con textura cremosa, que hacía resaltar las cualidades de la tela y la belleza de sus matices. El maquillaje era adecuado y el peinado discreto, que completaban la armonía del la figura que en todos sorprendió.
Rodrigo Monsalvo ya la esperaba en el altar, tras el desfile de los padrinos y las damas de honor. Ana María lo siguió de la mano de su madre, al compás de la música y la mirada de los presentes.
Entre flashes y lágrimas de felicidad, la afortunada pareja juró ante Dios su fidelidad y el compromiso de una vida amorosa. Ahora eran marido y mujer, el momento que tanto habían soñado.
Tras la ceremonia religiosa, se convocó a los invitados a la Hacienda Amazcala, donde ya se tenía lista la fiesta y el banquete para festejar el enlace de la pareja.
Todos esperaban emocionados a Ana María Camacho y Rodrigo Monsalvo, quienes finalmente realizaron una entrada triunfal por un sendero iluminado con velas, flanqueado de luces de bengala y como música de fondo «I was made for lovin’ you», del grupo Kiss.
El destino final fue la pista, lugar en el que bailaron toda clase de ritmos, entre ellos, el primer baile como esposos: «El regalo más grande», de Tiziano Ferro.
El banquete estuvo compuesto por un menú mexicano y rústico:
Pasado el tiempo de comida, todos acudieron con la pareja para desearles la mejor de las suertes y tomarse la postal.
El climax de la fiesta se presentaba en la pista, con la música que ofreció el DJ, en la que fue una boda para recordar.