El imponente Acueducto no solo es un ícono de la ciudad, sino también el escenario de una historia de amor trágica. Se dice que su construcción fue motivada por un marqués enamorado de una monja, quien le pidió esta obra a cambio de nada más que su devoción espiritual. Hoy, muchos aseguran escuchar susurros en noches silenciosas cerca de los arcos.