Su iniciativa atrajo la atención de grandes compañías como Self Magazine y Estée Lauder, que querían utilizar su lazo como parte de sus campañas de concienciación, pero Haley rechazó la propuesta debido a su preocupación de que su mensaje pudiera ser comercializado. En respuesta, estas empresas adoptaron el color rosa, que ya se había asociado con el feminismo y la salud femenina, y lo convirtieron en el emblema del movimiento contra el cáncer de mama.