La noche del sábado, el Infield del Autódromo de Querétaro se convirtió en epicentro de un huracán sonoro. Enrique Bunbury, ícono del rock iberoamericano, volvió a tierras queretanas con su gira Huracán Ambulante y lo hizo con todo: entradas agotadas, un público eufórico y una entrega escénica que reafirmó por qué sigue siendo una figura imprescindible de la música en español.
Con su inconfundible melena, un traje dorado brillante y un telón con tintes teatrales de fondo, Bunbury salió al escenario como un relámpago. Bastaron los primeros acordes de “El Club de los Imposibles” para desatar una ovación ensordecedora que no bajaría durante las siguientes dos horas.
Foto: Armando Vázquez
Estrenos con alma de clásicos
El concierto giró en torno a Cuentas Pendientes, su más reciente disco, que rescata canciones escritas años atrás pero que hasta ahora habían permanecido inéditas. Temas como “Las chingadas ganas de llorar”, “Loco”, “Serpiente” y “Para llegar hasta aquí” fueron recibidos con entusiasmo total: los fans los cantaban como si ya formaran parte del repertorio de toda la vida.
Una noche de rock, nostalgia y comunión
No faltaron los infaltables. “Lady Blue”, “Alaska”, “Parecemos tontos”, “La suertecita” y “Enganchado a ti” retumbaron en cada rincón del Autódromo, transformando al público en un coro imparable. También hubo espacio para otras joyas como “Sácame de aquí”, “Big Bang”, “Apuesta por el Rock and Roll”, “El Jinete” y “Y al final”, repasando la diversidad de estilos que Bunbury ha explorado a lo largo de su carrera: del flamenco al blues, del rock al synth pop, siempre con alma latina.
Cercano, conversador y visiblemente conmovido, Bunbury recordó sus anteriores visitas a la ciudad y agradeció el respaldo incondicional del público mexicano, al que considera “fundamental” en su trayectoria. Tras más de 20 canciones y una comunión total con sus seguidores, el artista cerró la noche con una promesa clara: “Nos volveremos a ver muy pronto”.