Con el transcurso de los años, la decoración de frutas y verduras se extendió, llegando a toda las clases sociales, manteniéndose en un carácter sagrado más que gastronómico. Para los siglos XVI y XVII, esta influencia creció con la mediación de los misioneros cristianos españoles y portugueses, quienes fungieron como embajadores del comercio en países como Camboya, Malasia, Filipinas y Tailandia, este último logrando encumbrarla gracias a su boom turístico en el siglo XX.